Literary Rendezvous at Rue Cambon Invite Leïla Slimani — CHANEL Events

Literary Rendezvous at Rue Cambon Invite Leïla Slimani — CHANEL Events

Buenas tardes. Es un gran placerdarles la bienvenida a esta nueva cita literariadedicada a Leila Slimani, junto con la actriz Zita Hanroty la historiadora literaria Fanny Arama. Leila, la consagración como escritorate llegó con tan solo 35 años, al recibir el premio Goncourt por tu segunda novela:"Canción dulce". Recordemos que eres la decimosegundaganadora de este prestigioso premio. Antes de entrar en detalleen tu trayectoria, tus pasiones y obsesiones, me gustaría empezar elogiandotu coraje en tus libros y en tus intervenciones públicas. No dudas nunca en defender la libertad y los derechos de las mujeres,los exiliados y los "sin papeles". No tienes miedo a desagradarni a decepcionar ni a exponer abiertamente lasdificultades cotidianas de las mujeres, sobre todo, la dificultad para decirla verdad sobre sus propios cuerpos. En todos tus libros,se advierte una tentación de escribirsobre lo que más te asusta, sobre lo que te repugnay te retuerce las entrañas. De este modo,dejas al lector suspendido en una sensación de náuseaante la denominada "abyección", que Julia Kristeva definía en "Poderes del horror" de este modo: "Hay en la abyección una de esasviolentas y oscuras rebeliones del ser "contra aquello que lo amenazay que le parece venir de un afuera "o de un adentro exorbitante, arrojado al lado de lo posibley de lo tolerable, de lo pensable". Leila Slimani,tú tomas el toro por los cuernos, exploras a cielo abiertoesos estados insoportables y frágiles para conjurarlosy no quedar cautiva de ellos mediante la sublimaciónque permite la literatura. Gracias, Charlotte. Empezamospor leer el pasaje y luego debatiremos. -Muy bien.-Te escuchamos. Cuando volvieron junto a Aicha,que los esperaba tranquila en la calle, la miraron con extrañeza. Como si la vieran por primera vez. Esa niña -pensaron- les resultaba extraña. Pese a su tierna edad,poseía un alma y secretos, algo irreductible que les resultaba imposibleentender o captar. ¿Esa niña enclenquede rodillas valgas y cara cansada, esa niña de pelo enmarañado, era, pues, tan inteligente? En casa apenas hablaba. Pasaba horas jugandocon los flecos de la alfombra azul y sufría ataques de estornudodebido al polvo. Nunca hablaba de la escuela, guardaba en secreto sus penas,alegrías y amistades. Cuando había visitas, se escapabatan rápido como un insecto acosado. Se metía en su cuarto o salía a la calle. A todas partes iba corriendo. Con sus largas piernas flacas,como separadas del cuerpo. Los pies iban por delante del torso,de los brazos, y parecía que,si se ponía roja y transpiraba, era para alcanzar esas canillas que se le escapabancomo por arte de magia. Daba la impresiónde no saber nada, de estar en la inopia. No pedía ayuda para los deberes. Y cuando Mathilde se inclinaba sobre sus cuadernos, no podía sino admirarla cuidadosa letra de su hija, su facilidad, su obstinación. Aicha no preguntó nada sobre la cita. Le dijeron que estabanorgullosos de ella y que iban a celebrarlo comiendoen un bar de la ciudad nueva. Aicha agarró la manoque le tendió Mathilde y los siguió. Lo único que pareció hacerla feliz fue la pila de librosque le tendió su madre. "Creo que te has ganado un premio". Se instalaron en la terraza,bajo el toldo rojo cubierto de polvo. Amín vertió un fondo de cervezaen el vaso de Aicha. Le dijo que era un día especialy que podía beber un poco. Aicha... hundió la nariz en el vaso. La cerveza no olía, así que se la llevóa la boca y tragó el líquido amargo. Su madre le limpió con el guanteun rastro de espuma en la mejilla. A Aicha le gustó mucho ese líquido helado que se deslizabahasta su estómago y la refrescaba. No pidió más,no cogió un berrinche. Pero empujó el vasohacia el centro de la mesa y, casi sin pensarlo,su padre le sirvió más. Todavía estaba conmocionado. Su hija... parecía una niña de la calle y, sin embargo, sabía latín. Y era mejor que todas las francesasen matemáticas. "Dotes excepcionales", había dicho la maestra. Amín y Mathildeempezaban a sentirse ebrios. Pidieron frituras.Reían y comían con los dedos. Aicha hablaba poco. Tenía la mente nublada. Nunca había sentido su cuerpotan ligero, apenas notaba los brazos. Había como un desajuste extraño entre sus pensamientosy sus sentimientos, una especie de contratiempoque la perturbaba. Se sintió embargada por una intensaoleada de amor hacia sus padres y, unos segundos después,ese sentimiento le resultó extraño y se puso a pensar en un poemaque había aprendido y cuyo último verso había olvidado. Le era imposible concentrarse en nada y no se rio cuando unos niñosse pararon delante del restaurante e hicieron acrobaciaspara divertir a los clientes. Estaba muerta de sueño. Le costaba mantenerlos ojos abiertos. Sus padres saludarona una pareja de tenderos armenios a los que vendían frutos y almendras. Aicha oyó que decían su nombre. Su padre, que hablaba alto, colocó una manosobre su hombro huesudo. Ella sonrió con la boca abierta. Miró la mano negra de su padre y apoyó su mejilla en ella. Los adultos le preguntaron: "¿Cuántos años tienes?¿Te gusta la escuela?" Ella no contestó. Algo se le escapaba. Sabía que era algo feliz. Y ese fue su último pensamientoantes de dormirse con la cabeza apoyadasobre la mesa del almuerzo. Se despertó con las mejillas húmedaspor los besos de su madre. Caminaron hacia la avenidade la République y el cine Empire, cuya entradaevocaba un teatro griego. Le compraron un helado,que empezó a comer en la acera, lentamente, de una forma que a su padrele pareció tan obscena que acabó arrancándoselo de las manosy tirándolo a una papelera. "Vas a ensuciarte el vestido",se justificó. Echaban "Solo ante el peligro". En la sala, había adolescentes que reían, hombres endomingados que comentabanlas noticias en voz alta y discutían. Una chica vendíachocolate y cigarrillos. Aicha era tan pequeñaque su padre la sentó en sus rodillas para que pudiera ver la pantalla. Las luces se apagaron y la acomodadora marroquíque los había instalado se puso a gritar a un grupo de jóvenes. "Sed foumouk!" Aicha se acurrucó contra Amín, aturdida por el contacto calientede su piel. Hundió el rostroen el cuello de su padre, indiferente a lo que pasabaen la pantalla y a la linterna de la acomodadora sobreun joven que había encendido un cigarro. Durante la película, Mathilde deslizó sus dedospor el cabello de Aicha. Tiró despacio de cada mecha y unos escalofríos recorrieron el cuerpode la niña, de la nuca a los pies. Cuando salieron del cine, Aicha tenía la pelambreraaún más abultada y rizada y se avergonzóde que la vieran así en la calle. En el coche, de vuelta a casa,la atmósfera se ensombreció. No solo debido al cielopesado y tormentoso o a las nubes de polvolevantadas por pequeños tornados. Amín había olvidado la buena noticiaque las monjas le habían anunciado y estaba preocupado por el dinerogastado tan alegremente. Mathilde tenía la frenteapoyada contra el cristal y hablaba sola. Aicha se preguntó cómo su madre podía tener tantas cosas que decirsobre la película. Escuchó la voz aguda de Mathilde y meneó la cabeza cuando esta se volvió hacia ellay le dijo: "Qué guapa es Grace Kelly, ¿verdad?" A Mathilde le gustaba el cine, tan apasionadamenteque ello la hacía sufrir. Veía las películas casi sin respirar, con todo el cuerpo erguidohacia los rostros en Technicolor. Cuando al cabo de dos horasemergía de la sala oscura, la agitación callejera la lastimaba. Lo falso e incongruenteera la ciudad. Era lo real lo que a ella le parecíauna ficción trivial, una mentira. Sentía la felicidad de haberse evadidoy haber rozado pasiones sublimes y, al mismo tiempo, dentro de ella bullíauna especie de rabia, de amargura. Le habría gustado entrar en la pantallay vivir sentimientos igual de densos. Le habría gustado que reconocieransu dignidad de personaje. Muchas gracias, Zita, por la lectura. Gracias. Es un pasaje de"El país de los otros", la tercera novela de Leila Slimani y la primera de una trilogía. Leila Slimani,estamos encantadas de tu presenciaen esta Cita literaria de la rue Cambon. Tu voz singularse oye en todo el mundo. Tu obra se ha traducidoa muchos idiomas, ha llegado a otros continentes y países. Y tus novelas plantean temas clave,simples pero cruciales: ¿Qué es la libertad? ¿Hasta dónde podemos lucharpara defenderla? ¿A qué debemos renunciarpara alcanzarla sin que sea alterada,corrompida por la mentira, las máscaras socialesque sustentan la sociedad? El pasaje que ha leído Zita habla de Amín y Mathilde,y de la hija de ambos. Están celebrando el éxito escolarde la niña, Aicha. La novela se titula "El paísde los otros" y habla del exilio. Mathilde es una exiliada. Pero si pensamos en las demásheroínas de tus obras, ninguna de ellas se siente en su lugar. -¿Por qué?-Sí, así es. Buenas tardes. Todas están en el país de los otros,son exiliadas. Esto se siente en mis novelasporque yo escribo a partir de la interioridadde mis personajes. Nunca hay un narradortotalmente exterior. Todas las escenas se cuentana través de las emociones que atraviesan a los personajesde mis novelas: "En el jardín del ogro", "Canción dulce"y "El país de los otros". Obviamente, estamos en un espacio singular, ese mundo secretoque todos conocemos, donde una vocecita interiorque los demás no oyen -porque no la dejamos hablar- nos hace saber que no estamostotalmente en el lugar adecuado. Observamos nuestra vidadesde fuera y sentimos miedo, molestia, vergüenza, o incomodidad. Y es esa vocecitala que nos lleva a pensar: "Me aburro un montón", "estoy triste"o "aquí no me siento bien": Y mientras tanto, nuestro cuerpo, nuestro rostro esuna máscara totalmente inexpresiva. Es esa voz interior la que dejoque se exprese, la que exploro. Mis personajes parecen estar siemprefuera de lugar por distintas razones. Adèle, porque sienteun gran vacío interior. Louise, la niñera de "Canción dulce",por razones sociales, porque vive en un mundoque no es el suyo y representa un papel. Y todos los personajesde "El país de los otros". La infancia es un exilio.En el pasaje leído, la infancia es un exilio. El niño se enfrenta a adultos que le dicen qué debe hacer y cómo,cómo debe comportarse. El resultado es que vivimosen islas distintas que van derivandounas al lado de las otras. A través de la escriturayo trato de captar eso, el hecho de que somos islas desiertas. Y a veces,por la gracia del amor, de la literatura o de otras cosas, se forjan lazos,se crean puentes. Pero, en el fondo, la realidades la de una soledad inmensa. Soledad y tambiénsentimiento de desposesión. Se nos desposee de... Sí, pero yo no veo esa desposesióncomo algo forzosamente triste. Hay una frase de Adornoque me obsesiona y me parece brillante: "Es una gran cuestión moralno sentirnos en casa en nuestra casa". Me parece una frase clave. La idea de estar bien donde estás,de sentirte cómodo, de estar perfectamente a gusto, me parece más aterradora, más peligrosa que la sensación de exilioo de no estar en tu lugar, la cual te obliga a cuestionarlo todo, a mirarlo todosiempre con una mirada nueva. Es lo que hace la literatura, lo que encarna el personaje de"Alicia en el país de las maravillas". Ella atraviesa el espejoy ve el mundo de otro modo. Es lo que hace un escritor. Atraviesa cada mañana el espejopara ver el mundo de otro modo. De repente tu casa no es tu casa,lo que posees no es lo que posees. Todo queda en entredicho. Esto es algo que deberíamosaplicar más a menudo en la vida: cuestionarlo todo y no sentirnos siempre como en casa. Zita, el pasaje que has leído describe lo que siente Mathilde, su deseo de recuperarsu dignidad de personaje. Eres actriz. ¿Encarnar un personaje es eso,devolverle su dignidad? Es una buena pregunta... Hace un tiempo, me interroguésobre esta profesión de actriz. Me pregunté por qué con 18 añoselegí esta profesión por vocación, por haber sentido la llamada. Pues bien, ese primer impulsopuede desaparecer. De repente, ese deseo puedeser objeto de cuestionamiento. Y entonces buscas ese primer impulsoque te llevó a elegir tu profesión. Mientras reflexionaba sobre todo esto, sobre el porqué de mi elección, llegué a la conclusión de que esta profesión me permitía hablar en nombre de fantasmas,de personas ausentes, que se expresaban a través de mi voz. Yo creo que la ficción es un país imaginario y muy libre que permite convocara muchos fantasmas. Somos algo así como la herramienta que hace resonar las voces de los otros. Charlotte, ¿te has identificado con alguna heroínade "El país de los otros"? ¿Has detectado algo tuyoen alguna de ellas ? La identificación no ha consistido en sentirme reflejada en un personaje dado, sino más bien en lo que decía Leilasobre el sentimiento de extrañeza, de isla desierta. Fue eso lo que me impactó cuandome adentré en "El país de los otros". El personaje de Mathilde, que vive en un país que no conoce,sin puntos de referencia, frente a una miseria que la deja totalmente al desnudo frente a la aridez del climay a pruebas físicas y morales. Esto me llevó a pensar en un fragmentode los "Pensamientos" de Pascal, en el que habla de la condiciónmiserable del ser humano, a quien hay que imaginar como lanzado... como si lo hubieran transportadodormido a una isla desierta, sin puntos de referencias. Del personaje de Mathildese desprende el sentimiento del vértigo que provoca la angustia. Lo apasionante en"El país de los otros" es que Mathildeconsigue ascender la montaña. Ella realiza un esfuerzo que le permite hacer algo frente a esa miseria, a través del cuidadoy la atención al otro. Me identifiqué muchocon ese aspecto del personaje, que finalmente consigue superar ese sentimiento de vértigo. Lo interesante es que todastus heroínas, Leila Slimani, están de algún modo encerradasen su propia paradoja. Mathilde deforma la realidadcuando sigue a Amín a Marruecos. Y una vez instalada allí,miente a su hermana en sus cartas para darle la impresión de que es más felizde lo que en realidad es. Esto es una constanteen tus personajes femeninos. Se inventan historias, ¿no? Sí, porque la vida esmás intensa en las historias, en las ficciones. Mis personajes tienenlazos fuertes con la novela, con el cine. Creo que todo aquel que aspiraa una vida intensa y apasionante encuentra en la ficción placer y también un gran sufrimiento, ya que el espacio de la ficción nos remite a la trivialidadde nuestra existencia. Cuando empecé a escribir,me obsesionaba mucho el terror a la trivialidad. Ello está sin duda ligadoal hecho de ser mujer. En el destino de las mujereshay una parte de trivialidad. Se nos promete un destinodonde hay una parte de vida doméstica: cocina, hijos, pañales que cambiar,enfermedades que curar... Puede ser sumamente aterrador pensar: "¿Es esto lo que me espera?" A los niños se les inculcala idea de que van a ser héroes, aunque sea bajo formas tan sombrías comolas del soldado o el cowboy. Hay algo en ellas de heroico. De pequeña, yo no tenía figurasde mujeres heroicas, sino trágicas: de mujeres enamoradasque morían por amor, que se suicidaban... Yo no sabía que unapodía salir de esa trivialidad que era el destino común de todas las mujeres. A mí eso me aterraba aún más que la muerte o la enfermedad,era una muerte lenta. Finalmente,todas mis heroínas sienten que al final todo se reduce a eso,que la vida es solo eso. "Me he casado, he tenido un hijo. "Y tengo que vivir toda una vida "en la que eso deberíabastarme para ser feliz. "¿Cómo confesar o admitir que esoque durante toda mi vida me han dicho que debería bastarme y colmarmeno me basta?" De ahí que sean seres paradójicos. En lo más hondo de sí mismas,intentar ajustarse a esa idea y a veces encuentran una forma de paz. Adèle es capaz de engañar a su marido,ponerse en una situación complicada, y decirse, cuando ve a su hijo:"No volveré a hacerlo. Qué bien estoy en mi casa,rodeada de confort". Hasta que este vuelve a ahogarla. Para Mathilde, para Louise, para todas, la casa es un lugar muy ambivalente que las protege y las devora, que les permite vivir una vidarodeada de seguridad y amor, y, al mismo tiempo,aniquila toda posibilidad de grandeza. Creo que la principal paradoja reside en ese espacio en el que viven. Porque todas esas mujeres vivenen una casa que las encierra. Como en una novelade Lou Andreas Salomé, -"La casa".-Sí. Un guiño... La cuestión del espacioes un tema muy femenino, abordado por Virginia Woolf,Lou Andreas Salomé y muchas otras. Toni Morrison habla muchodel tema del interior. La cuestión femenina y feminista remite a la espacialidad:cómo conquistar el exterior. Volvemos al tema de la trivialidad. Todas tus novelas hablan de mujeres, de su agotamiento, sus necesidades,sus deseos, sus pulsiones. ¿Por qué esa atenciónal cuerpo de la mujer? Porque la primeracuestión política para la mujer es la del cuerpo. La revolución femenina y feministase hará primero a través del cuerpo. Yo tomé conciencia de esto muy pronto ya que crecí en un país como Marruecos, cuyas leyes me privabande mi propio cuerpo. Yo no era dueña de mi cuerpo. En Marruecos y en paísesdonde el Islam es la religión estatal, solo puedes ser virgen o esposa. El sexo fuera del matrimonioestá prohibido. O sea, la virginidad y la sexualidad dejan de ser una cuestión íntima basada en el consentimiento. Y son el Estado, tu padre,tu marido o tu hermano quienes deciden acerca de tu cuerpo. Son ellos los dueñosy poseedores absolutos. Una puede acabar en la cárcel por haber tenidouna relación sexual consentida. La homosexualidad está prohibida,el aborto también. En Marruecos, se practican600 abortos clandestinos al día. Yo entendí muy pronto que, mientras el cuerpofuera hostigado y refrenado, sería imposible acceder a la intimidad, a la vida privada, y lo que es más importante, al derecho a la mentira y al secreto. Porque a mí me parece fundamental que cada cuerpo pueda vivirfuera de la vista de los demás y que nadie te pregunte dónde has estado,qué has hecho y con quién. Así pues, me obsesionala cuestión del cuerpo, cómo el cuerpo es visto y tocado. También lo que le infligimos. Y la impresiónde ser observada continuamente, de tener a veces tendencia-como es el caso de Adèle- a venderse, a creerque una existe a través del cuerpo, que hay que dejarse tomar, tocar. A creer que el amor, el afecto o la consideraciónque los demás nos reservan pasa por el don del cuerpo. Algo que podemosexperimentar con nuestros hijos. O sea, todo empieza por el cuerpo y todo acaba con él. En todos tus libros,hay mujeres dominadas por pulsiones. Una pulsión sexual en Adèle,en "El jardín del ogro", un asesinatoen "Canción dulce" y una pulsión de huida en Mathilde,en "El país de los otros". ¿Crees que la pulsión puedeser determinante en la vida? Sí, sin duda. Pero yo creo que lo determinante no es tanto la pulsióncomo la contención. Esa idea de que un hombrees alguien que se pone límites. Esa es la clave de toda existencia: las veces que nos abstenemos. Descubrimos quiénes somos realmente en esa elección que hacemosde no ceder a las pulsiones. Ahí es donde descubrimos nuestrafuerza moral o ausencia total de ella, nuestro coraje o cobardía, nuestra capacidad para hacer frentea un drama o una tragedia o nuestra inmensa fragilidad. Más interesante que la pulsiónes cómo reaccionamos ante ella. ¿Cedemos o no? Lo que me interesa en Adèle no es tanto su pulsión,como el hecho de que siempre cede y, tras haber cedido, quiereconvencerse de que no volverá a ceder. Lo interesante es esa decepciónconstante consigo misma. En realidad, la pulsión es algo banalque nos atraviesa sin cesar. La cuestión es qué hacemos con ella.¿La sublimamos? Creo que muchos artistas escriben libros o hacen películas para sublimar pulsionesy evitar que se materialicen. Lo interesante y bonito es lo que hacemos con las pulsiones. Me da la impresiónde que exploras la idea de por qué cedemosa pulsiones que nos hacen daño, incluso cuando tenemos la impresión de poder liberarnos de ellas. Hay un margen de maniobra sumamente fino que,en mi opinión, exploras con gran sutilidad para ver en qué momentola persona acaba cediendo. Sí. Hay que saber que no siempreperseguimos nuestro propio bien. No siempre eres tu mejor aliada.A veces eres tu peor enemiga. Sabes que vas a sufrir, que lo que haces te perjudicay sin embargo lo haces. Yo creo que en la sociedad actualexiste una tendencia excesiva a presentar al individuocomo alguien que persevera en una búsqueda constantede felicidad y desarrollo personal. No es cierto. A veces lo que buscamoses envilecernos, hacernos daño, ponernos en situaciones que nos llevan directamente al fracaso. Esto es un gran misterio y un terreno muy fértil para la ficción. No me interesa poner en escena personajes que solo aspirana estar bien y a hacer el bien porque no me pareceun fiel reflejo de la realidad. Pasemos al tema de la escrituray la emancipación a través de esta. En uno de tus libros dices que la libertad consisteen vivir una vida que nos pertenezca. ¿De qué modo la lectura y la escritura pueden ampliar el campode lo que nos pertenece? Voy a retomarla cuestión de la espacialidad. La lectura y la escriturason un espacio. Abrir un libro es como abrir a tu alrededorun espacio en el que te encierras para estar sola en esa intimidadsin interferencias molestas. Creas una frontera a tu alrededor. Conquistas un espacio que es solo tuyo. Durante mucho tiempo, las mujereslectoras inspiraban desconfianza. Inspiraban miedo, sobre todolas que leían ficción, novelas, porque se considerabaque esas mujeres no hacían nada, estaban ociosas. Además, la intimidady la introspección eran peligrosas, ya que leer novelas eracomo una forma de masturbación, de placer solitario. Pero sobre todo leer era decir:"No estoy disponible para vosotros, "para pensar en vosotros,para haceros la comida, "o para ir a buscarosuna manta si tenéis frío. Este momento es únicamente mío". Y la escritura es lo mismo. Es la conquistade cierta forma de egoísmo, de una concepción de la vida totalmente ajena a la educaciónque reciben las niñas, que suscita rechazo. Una niña o una mujerno deben ser egoístas. Se las educa para aprender a sacrificarse más tarde,cuando sean madres, etc. Está, pues, esa ideade un mundo que nos pertenece. Y por otra parte, otro aspecto muy emancipadorde la lectura y la escritura es que nos muestranque no solo existe lo real, que no solo existe el mundo real. No estamos condenadosa vivir solo en este mundo y en esta realidad. Existen infinitos mundos posibles, infinitas realidades posibles en las mentes de todos aquellosque han escrito libros y de quienes los escribiránen el futuro. Y esto es lo más liberador del mundo porque invita a pensarque el mundo puede transformarse, repararse, soñarse, inventarse, que no es una materia totalmente rígida que se nos resistey estamos obligados a soportar. En cuanto leemos o escribimos,dejamos de estar pasivos. El mundo se convierteen una materia plástica que podemos reinventar constantemente. Seguro que te han hecho esta pregunta: ¿Qué consejo le daríasa una persona que desea escribir, pero tiene miedode enfrentarse a la dificultad y a la banalidad? Sí, es una preguntaque suele hacerse a los escritores. Mi respuesta va a ser una tautología, pero es la única posible. Al que quiere escribir,yo le aconsejo que escriba. Porque nadie va a escribir en su lugar y porque en algún momentotiene que lanzarse. Y la única manera de lanzarsees escribir. Hay que escribir, escribir y escribir a veces cientos y cientos de páginasantes de encontrar tu propia voz o una forma de verdad. Hay que tener aguante y escribir,no hay otra opción. En "El país de los otros", cuando más libre y ligerase siente Mathilde es cuando va al ciney cuando se compra un vestido en una escapada que hace a Francia. ¿Qué lugar ocupa la ropaen nuestras vidas? ¿Por qué la ropa es tan importanteen la vida de los seres humanos? Por algo que tiene que vercon la idea de la plasticidad. La ropa procura plasticidada nuestra persona. Elegir una ropa es reinventarse,decidir quién queremos ser. Ponerse una ropa dadacomporta un significado: Quiero estar guapa,quiero estar elegante, o quiero estar imponente. A través de la ropa,expresamos una emoción. Hace unos años,vino un periodista a mi casa. Los periodistas suelensacarme fotos o ver mi biblioteca para retratarmea través de mis libros. Esos retratos a través de mis librosempezaban a cansarme, así que propuse a ese periodista: "¿No prefiereque le muestre mi guardarropa? "Puede ser que mi ropa le diga más cosas de míque mis libros". El vestido que llevabael día que recibí el premio Goncourt, un vaquero que traje de Marruecos y que sigue en mi armarioaunque ya no pueda ponérmelo... Prendas que son como huellas. La ropa es una huellade nuestra historia. En una prendahay algo casi arqueológico. Una prenda de un ser queridoque ha desaparecido puede conservar su olor,la forma de su cuerpo... La ropa tiene un componentemuy emocional. Y tiene la capacidad de magnificarte,de convertirte en otra persona. Puedes ganar dignidad de personaje.a través de lo que te ofrece la ropa. Una pregunta para Charlotte y para Zita. ¿Qué lugar ocupan vuestros guardarropas en vuestras vidas? ¿Dicen mucho de vosotras? En mi caso, está lleno... de trajes, de ropa que me encanta,pero que no me atrevo a ponerme. Hablabas de abstenerse. Yo miro esa ropa y me digo que me encantaría ponérmela,pero me falta valor para hacerlo. Además, hay otro aspecto específico de la profesiónde actor o actriz. Y es que pasamos mucho tiempovestidos con ropa que no es nuestra, tratando de encontrar la ropa que nos ayudará a contar historias. ¿Y tú, Charlotte? Mi guardarropa es muy ecléctico. Me gusta la idea de poder... imaginarme de muchas maneras distintas, tener ropa muy variada. Yo tengo ropaque no me corresponde en absoluto, o que no va muchocon mi personalidad. Pero me gusta tener la posibilidadde explorar distintas maneras de ser. Además, tengo una idea de la elegancia,transmitida por mi madre, que consiste en tener una ropaapropiada para cada circunstancia. Muchas gracias a las tres,Leila, Charlotte, Zita. Muchas gracias.

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